Capítulo 937
Ella se marchó feliz llevando el regalo.
Mientras tanto, Martina regresó junto a Viviana y le preguntó en voz baja: —Doña Viviana, ¿hoy iremos a recitar las oraciones?
Viviana levantó la cortina y bajó de la cama. —No, hoy no. Vamos a descansar un día.
Se arregló por completo y entró en el compartimento de al lado.
Dentro se encontraba un altar con un retrato; frente al cuadro había muchas ofrendas de buen vino y frutas. Todo el ambiente estaba impregnado con el aroma del sándalo y de la fruta.
La salud de Viviana no era buena; apenas podía caminar unos pasos antes de quedarse sin aliento, pero aun así tomó tres varillas de incienso, las encendió y las colocó en el incensario.
Martina, humilde y respetuosa, la sostuvo del brazo. —Doña Viviana, cada vez que ve a la señorita Miriam, siempre viene aquí.
El corazón de Viviana latía con fuerza. —En el momento de su muerte, le prometí que encontraría a su hija. Han pasado tantos años y no he tenido ni una sola pista. Al ver que Miri se parec

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