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Capítulo 32

Efectivamente, Alberto había sido golpeado donde más le dolía. Sonrió con frialdad: —Oh, qué lástima, debería haber grabado ese momento para mostrárselo a Ramón, para que vea a quién ha reemplazado. ¡Este hombre! Raquel, furiosa, se puso de puntillas y mordió el labio de Alberto con fuerza. ¡Ay! Alberto, sorprendido por el dolor, sintió el sabor metálico de la sangre en su boca. Ella le había hecho sangrar. Alberto levantó la mano y le apretó la pequeña cara, moldeándola en forma de O, y su mirada se llenó de ira: —¿Eres un perrito, te gusta morder a la gente? Raquel lo miró desafiantemente: —Mejor piénsalo bien, mañana tendrás que explicar a Ana la herida en tu labio, ¿no? Ramón te reemplazó, y Ana ¿no será la que ahora se conforma con mi "mercancía de segunda mano"? Alberto se quedó sin palabras. ¿Quién es "mercancía de segunda mano"? ¡Esa maldita mujer! —Podemos hacer lo que queramos, pero Ramón no puede tenerte. —¿Por qué? Porque Ramón es su amigo, y él lo desprecia. Alberto la mi

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