Capítulo 48
Alberto bajó la cabeza y se acercó a su rostro. Su voz, aún somnolienta y rasposa al despertar, murmuró suavemente: —Raquel, ¿te hice daño? Perdóname.
Le pidió disculpas en voz baja.
Raquel, dormida, no respondió. Su respiración era ligera, como si cada uno de sus cabellos fuera suave y fragante.
Alberto sintió el ardor en su garganta; no se atrevía a mirar su cuerpo joven y tentador, pero, a pesar de todo, no pudo evitar inclinarse y tratar de besar su suave cabello.
Justo cuando iba a besarla, Raquel emitió un pequeño gemido y lentamente abrió los ojos.
Ella despertó.
Alberto recuperó la razón al instante. Estaba en shock, sin entender lo que acababa de hacer.
¡Había estado a punto de besar el cabello de Raquel!
Había visto a muchas mujeres hermosas, pero ahora Raquel lo había hecho perder la cabeza de una manera que nunca imaginó.
Alberto se apartó rápidamente de ella, levantó la manta y salió de la cama.
Raquel se sentó. No sabía nada, frotándose los ojos con su

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