Capítulo 73
Raquel regresó a casa de los Díaz y, al entrar en el salón, vio a una persona que nunca podría olvidar en toda su vida: Mario.
Cuando María la envió al campo, fue a la casa de Mario, quien había sido su padre adoptivo.
Ahora, doña Isabel y Mario estaban sentados en el sofá del salón. Doña Isabel recibió a Mario con entusiasmo: —Raquelita creció en el campo, esos años en el campo te los debo a ti. Tú la educaste tan bien, y ahora ha llegado a casarse con nuestra familia Díaz.
Mario tenía un ojo perdido, ahora solo le quedaba uno. Su cuerpo era robusto y, en el pasado, era conocido por su afición al alcohol y su violencia hacia su esposa.
Ahora, sentado en el costoso sofá, su único ojo vivaz recorría la casa de los Díaz. Los lujosos adornos y los cuadros antiguos que colgaban por todas partes lo llenaban de emoción y avaricia.
Sin embargo, frente a doña Isabel, se mostró sencillo y humilde: —Doña Isabel, no me elogies tanto. Raquelita no les habrá dado problemas, ¿verdad?
Doñ

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