Capítulo 25
Ángeles corría hacia el pueblo, tropezando en el camino.
Los perros del pueblo, al percibir el olor de un extraño, comenzaron a ladrar furiosamente.
Pronto, casi todos los perros del pueblo estaban ladrando.
Ángeles, sudando copiosamente, había olvidado este detalle, y los ladridos no solo atraían a los aldeanos, sino también a los bandidos que la seguían.
Para no causar problemas en el pueblo, Ángeles optó por rodearlo, buscando lugares donde esconderse.
En ese momento, se oyeron pasos y decenas de aldeanos robustos corrieron hacia la entrada del pueblo.
Ángeles se agachó rápidamente y se escondió, solo para escuchar a los aldeanos decir: —¿Se ha escapado alguna de las mujeres de alguien? ¿La han capturado?
Un aldeano respondió: —No, nadie se ha escapado; están bien atadas.
Los aldeanos entonces soltaron sus azadas y comenzaron a regresar a sus casas, comentando: —Asegúrense de vigilarla bien; no queremos que se escape. Mañana vendrá el comprador y todos en el pueblo recibirán una par

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