Capítulo 422
Luisa bajó corriendo las escaleras y, de inmediato, vio esa silueta familiar bajo el alero.
Fría y solitaria.
Él le daba la espalda.
A pesar de su ligera obsesión por la limpieza, sus zapatos estaban sucios por el lodo. Las botas de su pantalón estaba cubiertos de barro amarillo y manchas de agua. También había pequeñas salpicaduras de barro en su ropa.
Ella nunca había visto a Andrés tan desalineado.
A Luisa se le humedeció la nariz y no supo decir qué sentía exactamente en ese instante.
Sin pensarlo, corrió hacia él y lo abrazó por la espalda.
—Viniste. —Su voz fue muy suave.
El cuerpo del hombre se tensó un poco.
Un abrazo largamente esperado.
Nadie sabía cuánto había esperado ese abrazo.
El cielo se tiñó de un suave naranja, como pintura derramada sin querer por un artista.
En la luz del amanecer, el humo de las chimeneas se elevaba en espirales, entrelazándose con la niebla matinal, como dos amantes que se reencuentran tras mucho tiempo, envueltos en ternura y afecto.
Los contorno

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