Capítulo 19
Las hojas en el suelo eran del mismo tipo de papel que Liliana usó para las cartas. Él tomó el cuaderno que ella no había terminado de usar. Lo trajo del estudio hasta el dormitorio. Luego pasó varios días y noches escribiendo sin parar.
El tiempo ya había perdido todo significado.
Su mamá, entre lágrimas, le dijo: —Liliana en realidad no quiere verte. ¿De qué sirve llenar toda una habitación de cartas? Deberías decírselo en persona.
Fernando reflexionó por un instante y reconoció que su mamá tenía razón. Pero ya se había sumergido en su propio mundo, del que no podía salir. Alzó los ojos enrojecidos por el cansancio y, con insistencia, respondió: —Ella lo sabrá. En cuanto termine de escribir todo esto, me va a perdonar. Sí, tengo que ser sincero...
Su voz estaba ronca. Su mirada brillaba de forma extraña. A mitad de la frase se levantó, le arrebató el cuaderno y siguió escribiendo en él con la mano temblorosa, murmurando sin cesar.
—Liliana, me equivoqué. ¿Verdad que me vas a perdonar

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