Capítulo 40
El viento otoñal no cesaba de soplar, y los cabellos sueltos de Isabel se agitaban con la brisa.
Ella salió del complejo residencial acompañada de Juan. —La próxima vez, trata de no venir de manera tan llamativa; levanta sospechas.
Juan estaba a punto de responder cuando un Bentley negro se detuvo junto a la acera frente a ellos.
Ambos dirigieron su mirada hacia el vehículo que acababa de llegar.
Víctor bajó del coche, aún vestido con el traje negro de la fiesta, su figura alta y severa imponiéndose.
—¿Qué coincidencia, Señor Víctor?
Juan miró a Víctor con una sonrisa forzada. —Encontrarte aquí, qué destino.
Isabel, de pie al lado, observaba la expresión incómoda de Juan y bajaba la mirada, sin ganas de ver más.
—Isabel, recuerdo que aún no hemos recibido los documentos formales del divorcio, ¿y ya te apuras por traer hombres a casa?
Isabel levantó la cabeza sin expresión y estaba a punto de hablar cuando alguien la abrazó por los hombros.
La mano delgada de Juan se posó en el otro hom

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