Capítulo 60
Las palmas de las manos del niño eran suaves. Isabel tomó la aguja de acupuntura y empezó a pinchar las puntas de sus dedos para hacerle sangrar un poco.
A pesar de su rapidez, el niño sintió el dolor y su rostro se enrojeció inmediatamente; abrió la boca como queriendo llorar, pero solo logró emitir un gemido nasal.
Al verlo llorar, Isabel consideró normal la reacción del niño y continuó con la acupuntura.
Insertó varias agujas en el meridiano correspondiente de la cabeza, y el niño comenzó a retorcerse aún más.
Rosa perdió un poco la compostura, abrazando al niño con una expresión de pánico. —Isabel, ¿mi nieto estará bien?
El líder del pueblo no se atrevió a entrar, y el padre del niño también estaba nervioso, caminando de un lado a otro en la sala.
Isabel se concentró plenamente; la última aguja tenía que insertarla en el punto de acupuntura en la región del cuello del niño, ¡profundamente, sin margen para errores!
—Uuuu... ¡waaaaa waaaaa waaaaa!
El niño, que había estado luchando e

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