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Capítulo 18

La pareja de la familia González fue sujetada en las sillas por los guardaespaldas, con la cara pálida como la muerte. Leonardo se paró frente a ellos, con la mirada tan fría como el hielo. —¿Dónde está Elisa? —preguntó entre dientes. Antonia temblaba y se esforzó en decir: —¡Ella se llevó el dinero y se fue! ¡Cuatro millones de dólares! Siempre fue astuta desde pequeña, y ahora es tan fría que ni siquiera nos considera a sus propios padres... —¡Cállate! —Leonardo golpeó la mesa de repente, su voz retumbó por toda la habitación—. ¡No les corresponde a ustedes juzgar a mi esposa! En ese momento, Diego entró apresurado, entregando un fajo de documentos a Leonardo. —Señor Leonardo, lo hemos averiguado. Leonardo abrió los documentos, y con cada página que leía, su expresión se volvía más sombría. Desde su nacimiento, Elisa había sido enviada al campo, y durante más de veinte años sus padres nunca la visitaron ni una sola vez, ni siquiera le dieron dinero para vivir, por lo que solo pudo so

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