Capítulo 88
Ana, furiosa como un perro rabioso, se enfrentó de nuevo a Carlos.
Desde el principio hasta ahora, María no había dicho una palabra y se arrepentía profundamente.
Lamentaba haber escuchado a su madre y a las personas de su entorno, haber dejado a Alejandro y haber permitido que Eduardo, ese malvado, se acercara a ella.
¡Alejandro, aunque careciera de habilidades, al menos no haría cosas tan dañinas!
—No tengo ganas de ver sus conflictos familiares. ¡Excepto a María, cuélguenlos a todos!
Eduardo ordenó con un gesto decidido.
En poco tiempo, Carlos, Ana y Diego estaban colgados de las vigas del almacén.
—¡Eduardo, maldito, suéltalos! —gritó María, apretando los dientes, sus ojos ardían con una furia que casi quemaba a Eduardo.
—De acuerdo, los soltaré si me entregas la fórmula del jarabe para la tos. Si me la das, los liberaré de inmediato. —Eduardo, con una sonrisa fría, sostenía un látigo especial.
¿La fórmula?!
Esa fórmula era tan importante para María como su propia vida. Era la

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