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Capítulo 59

Miguel no estaba preparado y el líquido le irritó los ojos hasta el punto de no poder abrirlos. Miguel maldijo. —¡Maldita seas! María, al ver esto, aprovechó la oportunidad para darle una fuerte patada a Miguel. Miguel gritó de dolor, arqueó el cuerpo violentamente, y palideció. Un sudor frío brotó en su frente al instante. El dolor le dificultaba mantenerse en pie; dio unos pasos tambaleantes hacia atrás y finalmente cayó al suelo, encogido sobre sí mismo. Al ver eso, María soltó una risa fría y una chispa de desdén brilló en sus ojos. Retrocedió rápidamente unos pasos, separándose de Miguel, y lo observó con cautela para prevenir cualquier contraataque. Miguel apretó los dientes, levantó la cabeza con esfuerzo, sus ojos estaban llenos de ira y dolor. Respirando con dificultad, gritó con voz ronca: —¡Tú... Tú perra! ¡Maldita seas! ¿Cómo te atreves... Cómo te atreves a atacarme? ¿Acaso esa perra no estaba inconsciente hace un momento? ¿Cómo era que ahora estaba despierta frente a él? M

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