Capítulo 28
Con ambas manos inmovilizadas sobre su cabeza, Amelia esperaba en la cama, ciega y excitada, en total suspenso.
—No debes moverte— ordenó Salvatore por encima del suave zumbido del juguete— Debes permanecer lo más quieta posible durante el mayor tiempo posible
Amelia tragó saliva.
—¿Qué?
Una ligera bofetada golpeó su muslo.
—Cada vez que me desobedezcas, serás castigada
El contacto no le dolió, pero lo repentino conmocionó su sensibilidad. Sus palabras desaparecieron cuando sintió que sus dedos recorrían la parte interna de los muslos. No podía ver lo que estaba haciendo Salvatore, pero parecía rondar cerca de su sexo. Sintió su toque en sus labios, sus pliegues. La boca de Salvatore pronto descendió sobre su delicada carne. La cálida suavidad de sus labios y lengua provocó su apertura durante varios minutos placenteros. Ella suspiró, cerró los ojos y se permitió derretirse en las sensaciones eufóricas.
Luego, sin cualquier advertencia, cesó sus atenciones y se apartó de su núcleo. Sin

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