Capítulo 23
Durante esos cuatro años, Lourdes y Valeria se habían apoyado mutuamente.
Pero si su distanciamiento se debía a causa de un hombre, Lourdes, sin duda, elegiría a su amiga.
El vapor del guiso era tan denso que no permitía ver con claridad la expresión del otro.
Por una simple frase de "no estoy de ánimo", ambas habían pasado tanto tiempo en la cocina, y Lourdes se sentía una mala persona.
Había herido tanto a Valeria como a Alberto.
—¿No dijiste que tenías hambre? Todo esto es lo que te gusta, come un poco más.
Alberto rompió el silencio, acercándole la comida.
Al levantarse, sin querer empujó los cubiertos de Valeria al suelo.
El tenedor metálico cayó.
Ese sonido retumbó en el corazón de Lourdes.
Perdió el apetito y se levantó para irse.
—Ya no tengo hambre, coman ustedes.
—¿Qué significa eso? —Su amiga se levantó de golpe, la silla chirrió contra el piso.
"¿Estuve tanto tiempo cocinando para que digas que no tienes hambre y te desentiendas?"
—No pasa nada, si quiere otra cosa, yo se l

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