Capítulo 60
Al ver el desorden por todo el lugar, su estado de ánimo se sentía como la copa rota de anoche: hecho pedazos en el suelo.
Un sonido interrumpió sus pensamientos.
Unos golpes en la puerta rompieron el silencio del cuarto.
Lourdes se levantó y, tras arreglarse un poco, fue a abrir la puerta.
Normalmente, pocas personas venían a su casa. Aparte de Valeria, que solía entrar y salir con frecuencia, no se le ocurría quién más podría ser.
Además, Valeria tenía llave, nunca tocaba la puerta.
—¿Quién es?
—Soy yo. —Era una voz masculina, incluso algo familiar.
No lograba identificar de quién era, y abrió la puerta con cierta confusión.
—Señor Ignacio, usted... ¿Cómo es que vino?
Pareció que su reacción le causó gracia, e Ignacio soltó una leve risa.
—Vine a buscarte. ¿Puedo pasar y sentarme un momento?
Lourdes por fin reaccionó, y con algo de nerviosismo lo invitó a entrar.
Al ver el cuarto tan desordenado, Lourdes se sintió avergonzada y fue rápidamente a ordenar un poco.
—Perdón... Está un po

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