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Capítulo 219

El cerebro de Ana se quedó en blanco de repente. No sabía en qué momento Alejandro le había cambiado la posición de las piernas, haciéndola sentarse a horcajadas sobre él. Con una mano le sujetaba la cabeza y con la otra le rodeaba la cintura. Ana se sentía como un corderito a punto de ser sacrificado, incapaz de moverse. Nunca había experimentado un beso tan salvaje y dominante. Cuando finalmente la soltó, su respiración era irregular y caótica. ¡Acababa de quedarse sin aire! La mano que Alejandro había dejado sobre su cabeza acariciaba suavemente su cabello. Sus movimientos eran muy tiernos y su voz era profunda y melodiosa, con un toque de burla satisfecha.—¿Todavía te quejas de que soy mayor? Si seguía quejándose, él le haría sentir en la cama cuán equivocado era. Ana, medio mareada por el beso y un poco asustada, finalmente pudo hablar una vez que recobró el aliento.—Te juro que no, no me quejo de que seas mayor. —Bien, te creeré esta vez.—La voz de Alejandro sonaba más grave que

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