Capítulo 38
—Papá. —Dijo adormilado. —¿Cuándo podemos volver a jugar con María?
Me quedé sorprendido por un momento, luego le respondí con ternura: —Cuando María tenga tiempo, la invitaremos de nuevo, ¿de acuerdo?
Sergio asintió y volvió a cerrar los ojos.
Cerré suavemente la puerta y me dirigí al salón para relajarme.
De repente, sonó el timbre.
Confundido, fui a abrir y encontré a mi vecina Elena en la puerta.
—Señor Gabriel. —Dijo Elena con urgencia. —Mi perro está enfermo y las clínicas veterinarias ya están cerradas.
—Sé que tienes un coche, ¿podrías ayudarnos a llegar a una clínica veterinaria abierta 24 horas?
Inmediatamente acepté.
Dejé una nota para Sergio y me apresuré a llevar a Elena a la clínica.
Cuando regresé a casa, ya era muy tarde.
Exhausto, me senté en el sofá y empecé a recordar el picnic del día.
Las risas de María, la alegría de Sergio, y aquel delicioso picnic. Esos momentos seguían apareciendo en mi mente.
Saqué mi móvil, dudé un momento, pero finalmente

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