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Capítulo 18

En su país de origen, en casa de los Salazar… Cuando Esteban regresó apresuradamente, vio a Mercedes con el cabello desordenado, la ropa hecha jirones, el rostro cubierto de suciedad y huellas de lágrimas; parecía un demonio que acababa de salir del infierno. Ella sostenía fuertemente a Luis en sus brazos, se había encerrado sola en una habitación y, sin importar quién intentara persuadirla, se negaba a abrir la puerta. Leticia, al ver que Esteban había regresado, sintió que por fin encontraba a alguien en quien apoyarse. —Esteban, Mercedes se ha vuelto loca, pero Luisito es inocente, ¡tienes que salvarlo! El rostro de Esteban mostraba fatiga y agotamiento, sus ojos cansados estaban llenos de venas rojas. Asintió levemente y ordenó directamente que forzaran la puerta. Luego, entró despacio. —Mercedes, ¿no querías verme? Ahora estoy aquí, ¡deja ir a Luisito! En la habitación, Mercedes levantó la cabeza de golpe y se encontró con la mirada de Esteban. De pronto soltó una carcajada. —Jaja

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