Capítulo 30
—Él quiere compensarme, ayudándote en tu carrera, y yo lo acepto.
—¿Estás segura, Selena?—preguntó Ana, —Tengo otras formas de alcanzar la cima en mi carrera.
—Claro.—Selena dejó el archivo. —Si Sofía supiera que Jorge te está ayudando a ti y no a Esther, probablemente se moriría de rabia.
Ana firmó el documento. —Entonces que se muera de rabia, por mi sobrino que nunca tuvo la oportunidad de conocer este mundo.
—¿Cuándo planeas resolver el asunto con Esther?
—Tranquila, Selena, apresurarse no resuelve nada.
—Ella aún no está lo suficientemente desesperada; esperaré a que se desorganice completamente antes de intervenir.
—¿Ya tienes un plan?
—Por supuesto,— Ana lució orgullosa.
—Con saber que tienes un plan me basta, pero si no puedes, háblame.
—Tranquila, no tendré problemas con alguien tan débil.
—¿Terminaste de trabajar? ¿Te llevo a comer a un excelente restaurante privado?
—Vamos, justo tengo hambre.
Justo en ese momento, el reloj marcó las siete, su hora de salida del trabajo.
*
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