Capítulo 34
Después de murmurar para sí misma durante un rato, de repente se le ocurrió algo.
Los autos de edición limitada que William conducía todos los días pertenecían a las mujeres más ricas de la Ciudad B, así que asistir a la fiesta de inauguración sería como pan comido para ellas. Entonces, si William le pidiera a una de las ancianas una invitación, de seguro se la darían. De esta forma, ella entraría con normalidad al salón de la fiesta.
Pensando en esto, los ojos de Valeria se iluminaron. De inmediato, dejó el té con leche, miró a William y dijo sonriente: "Joven William, ¿puedo hablar contigo?"
"¡No!" contestó el hombre firmemente.
"¡Qué grosero! ¿Por qué te niegas sin antes saber lo que te voy a decir?" preguntó Valeria, sintiendo que la sonrisa en su rostro era falsa.
“Porque cada vez que discuto contigo, soy yo quien paga los platos rotos. Por eso, me he propuesto a tener más cuidado” respondió el hombre de manera impasible.
“No, escúchame, esto tiene mucho que ver contigo. ¿Por

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