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Capítulo 90

En ese momento, Carli estaba de pie fuera de la ventana, con sus pequeñas manos blancas aferradas con fuerza a la reja, sus nudillos se tornaban pálidos. Por suerte, la ventana era de buena calidad y no se movía ni un centímetro. Si hubiera sido menos resistente, nadie podría imaginar las consecuencias. Al ver al niño haciendo algo tan peligroso, Alejandro corrió hacia la ventana y extendió la mano para agarrarlo. Pero... El pequeño esquivó ágilmente su mano. Ese movimiento hizo que su cuerpo se balanceara peligrosamente, y los guardias afuera se pusieron pálidos del susto, gritando aterrorizados. Por suerte, no pasó nada grave. Sin embargo, nadie se atrevió a relajarse, y rápidamente trajeron una manta, extendiéndola entre varios para atrapar al niño en caso de que cayera. Aunque al señor no le gustara mucho el pequeño, Don Fernández adoraba a su nieto, y los empleados, pagados por la familia Fernández, sabían que debían cuidar de él. Si algo le pasara al pequeño, no podrían seguir t

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