Capítulo 36
No obstante, Amelia ya había tomado la cafetera y con dignidad y elegancia servía el café a Lorena.
—Tía, por favor, disfrute de su café.
Amelia, luego de completar el último paso, entreabrió con suavidad sus labios color cereza y declaró: —Brindemos por el café.
Depositó la taza sobre la mesa.
Pum.
¡La puerta del salón de café se abrió de golpe!
Al levantar la vista, Amelia se encontró con el semblante frío de Rosa.
Ella lucía un traje sastre, con su largo cabello recogido en un moño estricto, mostrándose muy madura y profesional, evidenciando que acababa de regresar de la oficina.
Con un maquillaje cuidado, joyería costosa y un rostro que guardaba cierta semejanza con el de Lorena.
El semblante de Lorena se oscureció inmediatamente: —¡Rosa, qué estás haciendo!
Rosa avanzó y se plantó frente a Amelia, mirándola desde una posición elevada: —He escuchado que Felipe ha traído una novia, mamá, ¿por qué no nos informaste con antelación?
El semblante de Lorena se tornó aún más sombrío.
¡Ros

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