Webfic
เปิดแอป Webfic เพื่ออ่านเนื้อหาอันแสนวิเศษเพิ่มเติม
Sueño del Amor PerdidoSueño del Amor Perdido
โดย: Webfic

Capítulo 6

El salón lucía romántico y elegante. Las lámparas de cristal brillaban, y en la pared se proyectaba un dibujo de Diego: una familia de tres. En la mesa del pastel, un delicado bizcocho de dos pisos tenía velas encendidas. En cuanto Rosa entró, los invitados se acercaron de inmediato, sonriendo y dándole felicitaciones. —¡Señora Rosa, feliz cumpleaños! —El presidente Carlos y Diego de verdad se esmeraron mucho, ¡qué dichosa eres! Rosa se quedó de pie en el lugar, aturdida, como si estuviera soñando. Miró a Beatriz con desconcierto: —¿Dónde están Carlos y Diego? Beatriz respondió con una sonrisa: —Llegarán enseguida. Mientras tanto, mire su regalo. Le entregó una caja de lujo. Entre los ánimos de la gente, Rosa dudó un instante y luego levantó la tapa. Dentro había un collar de diamantes. La piedra principal brillaba bajo la luz con un resplandor cegador. —¡Dios mío! ¿No es ese el collar que subastaron el mes pasado? ¡Se vendió por diez millones de dólares! —El presidente Carlos sí que sabe consentir a su esposa. —No es de extrañar que la señora Rosa haya dejado su carrera para ser ama de casa. ¡Yo también lo haría encantada! Entre las miradas envidiosas, Beatriz sonrió y le colocó el collar: —Pruébelo, a ver cómo le queda. Rosa permaneció en una especie de trance, y en el siguiente segundo la frialdad del diamante rozaba su cuello. ¿De verdad estaba pasando todo aquello? Casi quería creerlo. Pero de pronto, la puerta se abrió de golpe. —¿Quién te dio permiso de ponerte ese collar? La voz de Carlos, cortante como un cuchillo, desgarró la falsa atmósfera de calidez. Rosa giró y los vio, Carlos, Diego y Patricia de pie en la entrada. Los tres con el rostro sombrío. Diego corrió directo hacia ella y le arrancó de un tirón el collar del cuello. —¡Shhh! El broche afilado le rasgó la piel, dejando una marca sangrante. Rosa se llevó la mano al cuello; el dolor la devolvió a la realidad de golpe. —¿Qué clase de juego es este? —Preguntó con voz temblorosa. Diego la miró con desprecio: —Esa pregunta debería hacértela yo a ti. ¡Esta es la fiesta de cumpleaños que papá y yo preparamos para Patricia! ¿Quién te dejó venir? Rosa se quedó petrificada. El salón entero enmudeció; los invitados se miraban entre sí, incómodos. Carlos habló con frialdad: —Hoy es el cumpleaños de Patricia. Esta fiesta es para ella. Entonces Rosa sonrió. Así que era eso. Beatriz se había equivocado. Aquella celebración jamás había sido para ella. Claro, ¿quién iba a imaginar que, teniendo cumpleaños el mismo día, Carlos elegiría festejar el de Patricia en lugar del suyo? Las miradas de los invitados pasaron de la envidia a la compasión. Algunos murmuraban en voz baja: —Qué situación tan incómoda. Rosa respiró hondo y se giró para marcharse. Pero Patricia la llamó con voz suave: —Ya que coincidimos, ¿por qué no celebramos juntas? Rosa no se detuvo: —No hace falta. Los ojos de Patricia se llenaron de lágrimas al instante; miró a Carlos con aparente inocencia: —¿Habré hecho algo para ofenderla? Parece que no le agrado mucho. Carlos frunció el ceño y le bloqueó el paso: —Patricia, de buena fe, te invita. ¿Y tú con qué cara le respondes así? Diego corrió y la tomó de la muñeca: —¡Exacto! ¿No eras tú la que siempre insistía en celebrar su cumpleaños? ¿Y ahora este berrinche? Rosa los observó, de pronto encontrando todo aquello ridículo. Sonrió con ironía: —¿Cuándo he exigido yo celebrar mi cumpleaños? Carlos frunció el ceño: —Basta de dramas. Quédate. No fue una súplica, sino una orden. Rosa cerró los ojos unos segundos y, al final, bajo las miradas llenas de lástima de los presentes, se vio obligada a quedarse. Se sentó aparte, viendo cómo Carlos y Diego atendían a Patricia, cortaban el pastel, le daban regalos y le sonreían con una ternura que dolía. Mientras tanto, ella era completamente ignorada. Hasta que llegó el momento de cortar el pastel, Patricia se acercó a ella, tomándola cariñosamente de la mano: —¿Lo cortamos juntas? Rosa intentó apartarse, pero Patricia la sujetaba con firmeza. Y en el segundo siguiente... —¡Crash! La torre de copas de champaña se desplomó, los vasos de cristal se estrellaron en el suelo. Carlos reaccionó al instante, se lanzó para cubrir a Patricia con su cuerpo, protegiéndola con fuerza. Rosa, en cambio, fue alcanzada por los fragmentos de vidrio; las esquirlas le cortaron la piel y cayó al suelo, ensangrentada. Un hilo de sangre le resbaló por la frente, nublando su visión. En sus últimos segundos de consciencia, vio a Carlos y Diego corriendo hacia Patricia, mientras ella quedaba en un charco de sangre, ignorada.

© Webfic, สงวนลิขสิทธิ์

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.