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Tu amor me sobraTu amor me sobra
โดย: Webfic

Capítulo 6

Unos minutos después, José salió de la Quinta del Sol. Isabel lo observó por un momento, y de repente levantó la mano para mostrarle la pulsera en su muñeca: —Esta la hiciste tú mismo para mí, pero hoy me di cuenta de que se ha decolorado. ¿Tu amor por mí también se va a desvanecer? —¡Nunca! —Respondió José con sinceridad, tomó la mano de Isabel y le besó el dorso. —¡Mi amor por ti solo crece con cada día! Isabel soltó una risa ambigua. ¿Decía amarla y, aun así, la engañaba y la manipulaba de esa forma? Al principio, pensó marcharse en silencio, pero ahora había cambiado de opinión. Iba a vengarse de la infidelidad de José, que la había engañado durante dos años. Iba a vengarse de que él no cumpliera su promesa, de haberla dejado sola a sufrir en el dolor. Iba a vengarse de que, después de darle su amor, le dejara una herida imposible de curar. Isabel lo abrazó: —Yo también te amo. Espéranos a mí y a nuestro hijo para celebrar juntos nuestro tercer aniversario. Sacó un sobre de documentos y, con mucha seriedad, lo puso en las manos de José: —Este es mi regalo para ti. No puedes abrirlo hasta dentro de dos días. Dentro estaba el comprobante de su aborto, junto con las capturas de pantalla de los vídeos que Elena le había enviado. Sabía que, al recibir la noticia del accidente, José abriría el sobre y entendería que su infidelidad le hizo perder la esperanza, a su hijo y a la esposa que amaba. Iba a condenarlo a vivir el resto de su vida entre el dolor y el remordimiento. —Está bien, te esperaré a que vuelvas. —Dijo José, con los ojos brillando de ilusión. —Ahora te llevo al aeropuerto. Isabel negó con la cabeza. En la vida, él ya la había acompañado suficiente. No quería que la última despedida la hicieran juntos. —No hace falta que me lleves, sé que estás ocupado. Pronto alguien más va a buscarte. José se quedó perplejo. ¿Solo era su imaginación, o había cierto tono de burla en las palabras de Isabel? De pronto, una inquietud se apoderó de él. En ese instante, su móvil sonó. Era un mensaje de Elena: [¿Te quedaste con ganas? Cuando hayas despedido a Isabel, vuelve y seguimos, ¿vale?] El mensaje venía acompañado de una foto suya, usando la ropa interior de Isabel. La respiración de José se aceleró y, de golpe, el deseo desplazó toda la inquietud. En realidad, la primera vez que estuvo con Elena, fue después de que sus padres lo emborracharan. Entonces, se sintió tan sucio que incluso pensó en suicidarse. Pero Elena, de rodillas, le suplicó sin dignidad: —Aunque arruinaste a mi familia, yo aún te amo. Sin ti, me muero. Haré lo que sea con tal de verte feliz. Para complacerlo, ella realmente no tuvo límites; hizo todo lo que José había imaginado, y lo que nunca se había atrevido a imaginar. Al final, se puso la ropa de Isabel y le dijo: —Puedes imaginar que soy ella. Lo que no te atreves a hacerle a Isabel, hazlo conmigo. En ese momento, Elena encendió la llama que ardía en el interior de José. Por Isabel, había tenido muchas fantasías prohibidas, pero siempre que se acercaba a ella, se sentía indigno; esas fantasías se disipaban, dejando solo amor y devoción. Con Elena, en cambio, no tenía límites. Todo lo que alguna vez había fantaseado, podía hacerlo realidad con ella. —Entonces no te llevo al aeropuerto. Cuídate en el camino. Antes de irse, Isabel lo miró por última vez, pero solo vio su espalda. Se despidió en voz baja: —Adiós. Para nunca volver. Unas horas después, mientras José estaba en la cama con Elena, recibió una llamada de su asistente, Antonio. —Más vale que sea algo muy importante. —Dijo José, molesto por la interrupción. La voz de Antonio temblaba: —Acabo de recibir la noticia. El avión de Isabel, nada más salir del espacio aéreo nacional, se estrelló. Las pupilas de José se contrajeron y sintió que la sangre se le congelaba. —¿Qué has dicho?

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