Capítulo 9
Isabel llevaba ya tres meses en el extranjero.
Durante ese tiempo, casi siempre permanecía sola en su habitación con las cortinas cerradas, perdida en sus pensamientos.
Sabía que su estado de ánimo decaído se debía a José.
Aunque lo había apartado de su vida, el pasado seguía siendo demasiado intenso; él se había convertido en parte de su rutina.
Paula la invitaba a salir a comer y, cuando probaba algún plato que le gustaba, Isabel giraba la cabeza y decía: —Cariño, esto está delicioso. Cuando lleguemos a casa, hazlo tú.
Esto asustaba tanto a Paula como a ella misma.
Por las noches, se acostumbró a buscar a alguien a su lado en la cama, pero solo encontraba el vacío, lo que la dejaba desvelada.
Por la mañana, al vestirse, también sentía un vacío. Antes, era José quien le preparaba la ropa y cada prenda conservaba el aroma del perfume que él elegía cuidadosamente. Ahora, la ropa que le devolvía la tintorería ya no tenía ningún olor.
En los últimos años, José se había infiltrado dulcemen

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