Capítulo 361
Nosotros dos levantamos la vista y vimos a Isabel, que estaba de pie en la puerta, claramente enfadada.
Ella me miraba con una expresión llena de odio.
Me levanté de encima de Manuel y la miré: —Señorita Isabel, ¿cómo llegaste aquí?
No estaba contento. ¿Esto es acaso un mercado? ¿Cualquiera puede venir?
Acabábamos de ver a una vecina guapa irse y ahora llegaba Isabel.
La miré con resentimiento a Manuel; ¡todo esto era su culpa!
Manuel se ajustó los anteojos y, con frialdad, preguntó: —¿Qué haces aquí?
Isabel, furiosa, dejó la caja que llevaba sobre la única mesa del salón: —La señora me pidió que la trajera.
Al decir esto, parecía que iba a llorar.
Manuel miró rápidamente y, de manera indiferente, dijo: —Ya trajiste lo que tenías que traer, puedes irte.
Los ojos de Isabel se pusieron rojos, y parecía que no podía soportar el golpe; su cuerpo vaciló un poco: —Manuel, ¿cómo puedes tratarme así?
Manuel, lentamente, preguntó: —¿Cómo te he tratado?
Isabel no pudo resp

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