Capítulo 106
Por suerte, no fue un terremoto devastador. La sacudida más fuerte duró apenas unos segundos y, después, solo se sintieron leves temblores intermitentes: eran las réplicas.
Los departamentos correspondientes iniciaron de inmediato las respectivas labores de rescate y evacuación.
En la amplia plaza frente al centro comercial, Andrea ayudaba a una niña que lloraba a ponerse de nuevo los zapatos que se le habían caído.
—No pasa nada, no tengas miedo, abrazándola y consolándola con la voz más suave posible, aunque ella misma seguía temblando del susto.
Todo fue calmándose poco a poco. La madre de la niña, con el cabello revuelto y los ojos enrojecidos de tanto llorar, corrió desesperada hacia ellas.
—¡Muchas gracias! ¡Muchísimas gracias! —exclamó, presa de la emoción, entre lágrimas y sonrisas. Abrazó a su hija y, sin pensarlo, se arrodilló ante Andrea.
Andrea se sobresaltó y enseguida se inclinó para levantarla.
—De verdad, gracias... Si no fuera por ti, yo... no me atrevo ni a imaginarlo

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