Capítulo 118
Una especie de intuición salvaje lo hizo girar la cabeza en el instante en que su coche pasó junto al otro, quedando ventana con ventana.
Solo alcanzó a ver de reojo la nariz y los labios bajo el ala del sombrero negro.
El coche ya había pasado.
Teodoro, por reflejo, memorizó con rapidez la matrícula.
Rosa, por su parte, también se dirigía al conjunto residencial.
No pudo evitar llamar desesperada a David para preguntar cómo iban las cosas. Aunque sabía que él no era Dios y que la administración también necesitaba tiempo, la ansiedad la estaba devorando por completo.
David contestó a toda prisa la llamada y fue directo al punto: —La administración aún no responde, pero mi gente fue al garaje y encontró un vehículo sospechoso que acaba de salir. Estamos investigando.
—¿Un vehículo sospechoso?
Rosa contuvo por unos segundos la respiración: —Ella me dijo que la estaban siguiendo. ¿No será esa persona?
—No. Ese tipo sigue afuera. Lo mandó Cipriano.
...
¿También eso lo sabes?
Rosa se sorpre

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