Capítulo 117
Ana se detuvo y en sus labios apareció una leve sonrisa.
Camila se quedó helada por un instante, luego estalló, iracunda. —¡Sara! ¿Vas a desobedecer a tu madre? Si te atreves a irte con ella, ¡la llamaré ahora mismo!
Sara se puso pálida.
Ana dio media vuelta, regresó a la cama y tomó a Sara en brazos antes de dirigirse hacia la puerta.
Mientras caminaba, dijo con voz firme: —Si tu madre te llama, hablaré con ella. No creo que permita que una cuidadora maltrate a su propia hija.
—¿De qué estás hablando? ¡Yo nunca la he maltratado! No inventes cosas —gritó Camila, abalanzándose sobre ellas para arrebatarle a la paciente—. Su madre me la confió, así que tengo autoridad sobre ella. ¡Suéltala ahora mismo!
Pero Ana no la soltó.
Si Sara hubiese permanecido en silencio, no habría insistido; sin embargo, Sara había dicho que quería irse con ella y eso bastaba para que la protegiera.
En su tierra, la gente de las montañas no toleraba a quienes abusaban de los más débiles.
A pesar de su complexió

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