Capítulo 31
Ana enseguida sacudió la cabeza y desechó esa idea.
No, no, no, Javier jamás podría interesarse por ella.
Él mismo había dicho que se trataba de un matrimonio forzado, que no sentía nada por ella.
Ana no lograba entender por qué Javier había cambiado, pero gracias a él ya no tenía que comer pan todos los días.
Dos días después, Pilar recibió el alta en el hospital.
El puesto de pescado del mercado volvió a abrir, y Ana también retomó su trabajo.
Tras regresar esta vez, Pilar ya no buscaba fallas en Ana ni la regañaba con rudeza; en cambio, se mostró algo torpe en su manera de tratarla.
Por la mañana, después de terminar su trabajo, Ana, aburrida, se quedó distraída.
Pilar de repente le dijo: —Ana, por las tardes no hay tanta gente, no tiene sentido que estemos aquí todos. Mira, de ahora en adelante, cuando a las once ayudes a preparar el pescado que los clientes de Residencial La Colina hayan encargado, lo llevas y después puedes irte a casa.
La mayoría de quienes compraban en ese merc

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