Capítulo 10
La garganta de Verónica ardía; las lágrimas le corrían por los ojos.
Hernán le advirtió: —Tu salud es crítica. No estás en condiciones de enfrentarte de nuevo al señor Jairo ni a la señorita Mariana.
—Podemos fingir tu muerte en el hospital, declararte fallecida tras un supuesto intento fallido de reanimación.
El corazón de Verónica dio un vuelco. Esa era, sin duda, una forma de escapar temporalmente de Jairo.
El vehículo avanzó con suavidad hasta un aeropuerto privado. Allí la transfirieron a un pequeño jet que ya aguardaba.
Hernán, de pie al pie de la escalerilla, le dirigió una leve inclinación de cabeza: —Todo está listo.
La compuerta se cerró lentamente y el avión comenzó a rodar, ascendiendo hacia el cielo.
Recostada en la camilla, Verónica miró por la ventanilla.
El primer rayo del amanecer atravesaba las nubes y bañaba su rostro.
Era una luz cálida, luminosa, cargada de una esperanza nueva.
"Jairo, Mariana, cuando regrese."
"Todo lo que he sufrido se los haré pagar el doble."
S

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