Capítulo 23

Desde que Sergio volvió al país, empezó a trabajar como loco. Siempre era el primero en llegar a la oficina y el último en irse. Y al llegar a casa… se entregaba al alcohol sin medida, emborrachándose noche tras noche, como si el vino pudiera anestesiar el dolor que le carcomía por dentro. Pedro, sin falta, pasaba cada mañana por el departamento de Sergio para limpiarlo todo y recoger el desastre que dejaba tras sus borracheras. Cada vez que lo veía tirado en el sofá, con la camisa arrugada, murmurando una y otra vez el nombre de Lucía entre sueños, no podía evitar suspirar. «Si lo hubieras pensado antes… ahora no estarías así. Te lo buscaste solo», pensaba. Mientras tanto, Lucía estaba rodeada de una lluvia de pétalos, bajo un cielo claro y luminoso. Llevaba un vestido largo blanco con detalles en azul, delicado y elegante, la cabeza ligeramente inclinada. Frente a ella, Jesse le colocaba con cuidado una peineta de lirios blancos hecha a mano. Con el sol iluminando la escena, Jesse vo