Capítulo 28

Carmen levantó la cabeza y vio salir a un hombre de un jardín de rosas en plena floración. Un hombre que parecía sacado de una pintura. De nariz prominente, labios delgados y pálidos, con rasgos bien definidos pero suavemente bellos, su voz era suave pero con un distante matiz de frialdad. Bajo su corbata suelta, se entreveían los contornos bien definidos de su clavícula, lo que hizo que Carmen pensara en la expresión huesos de jade y piel de hielo. Ella lo miraba fijamente, tanto que olvidó los anteojos que tenía en la mano. No fue hasta que él extendió la mano que Carmen finalmente reaccionó. —Lo siento. Instintivamente quiso colocar los anteojos en la palma de su mano, pero luego recordó algo y los levantó: —Accidentalmente los pisé, creo que están dañados, deberías revisarlos. —No importa. Al ver que él lo decía de esa manera, ella volvió a colocar los anteojos en su mano. Honestamente, cuando sus dedos tocaron la palma de su mano, Carmen estaba un poco preocupada de que él pudiera