Capítulo 36

—Yo… yo no quise decir eso. —La cara de Sara se tiñó de rojo al instante. Respiró hondo para estabilizarse y volvió a su habitual modo reservado y callado, con la cabeza agachada como un avestruz dispuesto a hundirla en la arena. Yago asomó la cabeza desde atrás. —Yo creo que no está bien. Sara arrugó la frente. ¿Acaso él no creía en las palabras de Carolina? Pero Yago continuó, hablando por su cuenta: —Lilia no parece estar saliendo con el señor Melchor. —Aunque se ven muy cercanos, no se comportan como novios; aquí hay algo raro. Sara deseó hacerlo callar. —¡Tú nunca has tenido una relación! ¡No entiendes nada! —No, Sara, lo que descubrí es que de pronto desbloqueaste una nueva habilidad para contestar. ¿Cómo haces para insultar con tanta dulzura? Carolina los miró de reojo; en sus ojos se encendió una sonrisa. Esos dos… A la hora de comer, Sara lloriqueaba con la boca ardiendo de tanto picante, hasta casi soltar lágrimas. En cambio, Yago, como si nada, preguntó con sospecha: —¿No er