Capítulo 42
—¡Tú... tú te crees que lo necesito! —Elena apretó los dientes, con un aire de falsa entereza.
Se quitó los pendientes y los arrojó al suelo.
Carolina alzó la mirada; sus ojos brillaban con un resplandor oscilante, cargados de un dejo burlón. —Recuerdo que la última vez ya te lo dije: si de verdad tuvieras dignidad, deberías tirar todas las cosas que yo te compré.
Sin importarle la expresión de disgusto extremo en la cara de la otra, añadió: —En su momento te los regalé porque quise, así que tíralos sin más, no hace falta que me devuelvas el dinero.
Elena apretó aún más los dientes, con los ojos a punto de salírsele de las órbitas.
Por un instante quedó aturdida. ¿Acaso Carolina hablaba en serio cuando decía que quería romper con Melchor? Si no, ¿cómo se atrevía a ofenderla de esa manera?
La mirada de Carolina se posó en ella: aquella prima de Melchor era, en realidad, la más arrogante y caprichosa, ¡vanidosa hasta la médula!
En la escuela, Elena, por presumida, casi parecía llevar un

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