Capítulo 68

Ahora, con la escena invertida, él sentía un dolor tan agudo que apenas podía respirar, incapaz de imaginar cómo había soportado Carolina en aquel entonces semejante tormento desgarrador. —Caro, fue mi culpa, fui un necio absoluto. Teniendo a la mejor mujer del mundo a mi lado, no supe valorarte. Apretó con fuerza su mano, apoyó la frente en su palma y, con una actitud seria y devota, parecía realmente arrepentido. Al sentir en su piel el calor húmedo de sus lágrimas, ella desvió la mirada y vio a Melchor inclinar la cabeza ante ella, con los hombros ligeramente temblorosos. —Caro, ¿no te enfades, por favor? Era pleno verano y, sin embargo, la punta de sus dedos estaba helada. Qué aspecto tan miserable; ni siquiera en sus peores momentos lo había visto tan abatido. Ese había sido su novio durante cinco años: tres de amor profundo, dos de desilusión acumulada y, al final, un hombre al que arrancó de su corazón en una sola tarde. Pero ella también estaba hecha trizas, sangrando por dentr