Capítulo 1183
Pedro fingió no haber escuchado esas palabras y la levantó directamente en brazos. —Lo veremos por la mañana.
Lorena fue empujada sobre la cama en un instante, y luego sus labios quedaron sellados por los de él. Su mano encontró pronto el lazo del camisón.
Durante el tiempo que habían pasado en Llanoazul, ambos habían estado ocupados con sus propios asuntos, casi sin tiempo para este tipo de cosas.
Entonces, por fin podían respirar, y el calor de sus cuerpos se encendió de inmediato.
A Lorena le pareció divertido; rozó su pierna contra la cintura de él. —¿Tan apurado estás?
Los ojos de Pedro se tiñeron de rojo por la excitación, pero, en el fondo, siempre había sido un hombre contenido. Mientras la besaba, intentaba ir al grano; sin embargo,
Lorena no se lo permitió, esquivándolo una y otra vez.
Sin más remedio, hundió la cara en su cuello.
—Cariño, no juegues más, me estás torturando.
Lorena solo quería molestarlo un poco, pero al verlo tan incómodo dejó de moverse.
Sintió su cintura

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