Capítulo 974
Al principio pensaba que Silvio se asustaría, pero en realidad estaba demasiado sereno.
Tan sereno que hizo sentir a Miriam que su vida resultaba, en verdad, insignificante.
Miriam experimentó una especie de pánico, un pánico semejante al de estar a punto de descubrir una verdad aterradora; la mano con la que sostenía el puñal temblaba levemente.
Ese puñal casi se le cayó al suelo; lo que le resbalaba ahora no eran lágrimas, sino sudor.
Los ojos de Miriam permanecían fijos en Silvio.
Pero él seguía con aquella expresión tranquila, como si no viera el puñal que Miriam tenía apoyado contra su propio cuello.
La sangre le corría por el cuello hacia abajo; incluso ella misma ya sentía dolor, y aun así Silvio no se movía.
Los labios de Miriam temblaban; forzándose, volvió a decir: —Hermano, ¿no me has escuchado? Le dije a Martina que hoy iría; si no voy, doña Viviana seguramente mandará a alguien a preguntar.
Miriam no entendía por qué había pronunciado esas dos frases finales, como si al no

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