Capítulo 54

En los ojos de Alonso estalló un destello de excitación, mezclado con la chispa de alguien provocado en el momento preciso. Abrazó con avidez la cintura de Regina, apoyando la palma con firmeza contra ella, hasta que no quedó espacio alguno entre los dos, completamente unidos. A las dos y media de la madrugada, en Altavista, la tormenta eléctrica se detuvo de golpe. Afuera, el viento soplaba y arrastraba sin cesar las hojas húmedas del suelo, produciendo un murmullo susurrante. Los troncos de los árboles se mecían lentamente, y las gotas que quedaban en las hojas caían una tras otra. Regina se encontraba sobre la cama del dormitorio, escuchando cómo los sonidos de afuera y los de adentro se entrelazaban sin parar, como si formaran una sinfonía encantadora. Solo que aquella sinfonía estaba impregnada de las respiraciones entrecortadas y profundas de ambos. En la profunda oscuridad, Alonso se inclinaba hacia el oído de Regina; en su lóbulo sentía un cosquilleo suave que la estremecía. Al