Capítulo 24
Sonia estaba agachada frente a la jaula de un refugio de perros callejeros, observando los síntomas del cachorro ante ella.
La luz del sol, filtrándose a través de la lona del toldo, le calentaba la espalda.
El teléfono volvió a sonar; al ver que era un número nacional, dudó un instante antes de contestar.
—Señorita Sonia, sobre la herencia del señor Diego...
Su mano se tensó de inmediato. Dentro de la jaula, el cachorro le dio un suave empujón con el hocico. Sonia miró hacia el veterinario que, a lo lejos, estaba vacunando a otros perros. El rostro de Diego se tornaba borroso en su memoria.
Con voz baja, respondió al teléfono: —Él ya hizo suficiente por mí. No puedo aceptar esa herencia.
La voz del abogado era fría e imperturbable: —El testamento se redactó hace tres años, tras el diagnóstico de Diego. Si el beneficiario renuncia, todos los bienes se destinarán a fines ilícitos.
El calor hacía que el cachorro jadease sin parar. Sonia recordó que la semana pasada vio cómo el refugio pr

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