Capítulo 15
María no le hizo caso; simplemente se envolvió con más fuerza en su manta.
Esa noche, en pueblo, cayó un fuerte aguacero.
María supuso que Alejandro ya se habría ido.
Pero, al abrir la puerta, se lo encontró desplomado bajo la lluvia, con la cara encendida.
Al acercarse, descubrió que ardía en fiebre.
Al verlo así, no le quedó más remedio que llamar a Eduardo para que lo llevara al hospital.
Tras un día entero de tratamiento, Alejandro despertó al anochecer.
Pero apenas abrió los ojos, de su boca salió un único nombre: María.
Eduardo lo detuvo.
—¡Alejandro, tienes una fiebre alta con neumonía, debes recibir tratamiento aquí en el hospital!
—¡Hazte a un lado!
Alejandro arrancó la aguja del suero y, aun viendo la sangre brotar, insistió en levantarse de la cama.
Eduardo trató de detenerlo varias veces, hasta que, perdiendo la paciencia, lo empujó con fuerza de nuevo contra la cama y le gritó furioso: —¡Ya basta! ¿No ves que ahora ella vive tranquila? Ustedes ya están separados, ¿por qué

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