Capítulo 504

—Tranquila, no pasa nada, cuando llegué eché el cerrojo, ellas no pueden entrar. La puerta de ese pequeño patio era de madera maciza, y había un cerrojo en la entrada, que funcionaba como una cerradura; una vez echado el cerrojo, no se podía abrir la puerta desde fuera. El hombre se inclinó y susurró al oído de Luisa: —Cariño, ellas están preocupadas de que te haya pasado algo, responde rápido y diles que estás bien. —No puedo, mi voz ahora... En ese momento, si abría la boca, su voz la delataría inmediatamente. —Si no les respondes, se preocuparán, ¿qué tal si llaman a la policía en un rato? —¿Luisita, sigues ahí adentro? —Fernanda elevó la voz y volvió a preguntar. —Luisita, no te habrás desmayado, ¿verdad? —La voz de Catalina sonaba realmente ansiosa. Luisa cerró los ojos, se armó de valor y respondió: —Estoy bien. Catalina y Fernanda, soltaron un suspiro de alivio. Catalina dijo: —Me asustaste, te has estado lavando durante tanto tiempo, y no salías, que pensé que te había pasado a