Capítulo 159
—Aunque La Fénix colabora con nuestro hospital, ella no consulta aquí —advirtió el doctor Alberto.
Ni siquiera ellos la veían a menudo.
—No me importa, ¡ustedes quieren matarme! No confío en ustedes. No quiero su tratamiento, a menos que traigan a La Fénix, o me quedaré aquí y no me iré —exclamó la señora Carmen.
Ella apretó el freno de su silla de ruedas y, sin importarle su imagen, empezó a causar un escándalo en el pasillo del hospital, llorando y gritando, ignorando los intentos de Isabel por calmarla.
En el pasillo del hospital, donde la gente iba y venía, muchos lanzaban miradas curiosas y comentaban en voz baja sobre ellos.
Al oír el alboroto, José salió para ver la escena y apenas podía soportarlo; ni siquiera quería admitir que ella era su abuela.
—¿Hermana, qué haremos? La abuela insiste en que La Fénix la atienda —preguntó, volviéndose hacia Ana.
Ana, con audífonos y cruzando las piernas, estaba sentada jugando en su teléfono, completamente desinteresada.
—¿Hermana? —Él inte

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