Capítulo 36
Isabel lo fulminó con la mirada. —¡Lárgate! Si no tienes nada serio que decir, no me molestes.
—Vaya, solo estaba bromeando contigo, ¿es para tanto?
Juan, aunque Isabel lo había mandado a volar, no perdió la sonrisa. —En ciudad Marisina, hay gente indagando sobre ti, y creo que algo no está bien.
—He investigado y esas personas están muy bien entrenadas; no parecen ser simples detectives privados, sino más bien mercenarios contratados del extranjero.
Recuerdos de hace más de una década invadieron la mente de Isabel. Frunció el ceño y levantó la mano para frotarse la sien.
—Tranquila, mis hombres se encargaron de ellos sin dejar rastro. No podrán rastrear el origen, mucho menos llegar hasta ti.
—Entonces, te lo agradezco.
Juan, al ver a Isabel frotándose la cabeza, preguntó con cautela: —¿Aún no te has librado de ese problema después de tantos años?
—¿Qué problema?
Una voz grave y profunda resonó detrás de ellos.
Isabel bajó la mano y levantó la mirada, encontrándose con la intensa mira

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