Capítulo 13
Fragmentos de metralla cortaban la espalda del hombre, dejando surcos de sangre.
Sin embargo, el hombre no se movió ni un ápice; solo apretó los dientes y emitió un quejido bajo, diciendo en voz baja: —Aquí es peligroso, sígueme.
Rosa fue llevada a la tienda a la fuerza por el hombre.
Hasta ese momento, Rosa se dio cuenta de que el hombre estaba cubierto de sangre, y las heridas causadas por los fragmentos eran tan profundas que se veía el hueso.
De inmediato lo ayudó a sentarse en una silla: —No te muevas, voy a tratar tus heridas.
El hombre no se resistió.
Rosa cuidadosamente cortó la ropa del hombre y, con unas pinzas, extrajo con delicadeza los fragmentos incrustados en la carne; cada movimiento lo hizo con total concentración.
Cuando Rosa terminó de vendarle las heridas, se dio cuenta de que su cara estaba cubierta por una extraña máscara negra.
—Tu cara...
—Mi cara sufrió quemaduras, no quiero asustar a los demás.
Rosa apretó los labios.
Justo cuando iba a agradecerle por lo ocur

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