Capítulo 8
Las críticas en Internet eran como un tsunami que parecía a punto de arrancar el techo de la villa de la familia Herrera.
—¿Por qué entran en pánico? —Rafael Herrera tenía la cara sombría; en el fondo de sus ojos hervía una ferocidad oscura, y su voz salía como exprimida entre los dientes—. ¡Esa mocosa firmó! ¡Blanco sobre negro, fue una cesión voluntaria! ¡Legalmente, tenemos todas las de ganar!
Gabriela Suárez captó de inmediato la intención. En sus ojos, expertos en calcular, cruzó un destello de crueldad.
Se acercó rápidamente a su hija y dijo con urgencia: —Sí, ¡y también está la grabación! ¡Sofía lo admitió con su propia boca! Dijo que no podía más y le rogó a Valeria que la ayudara. ¡Vali, ve a maquillarte! Cuanto más miserable mejor, que todos vean lo que tu hermana nos obligó a sufrir.
La cara de Valeria, torcida por el miedo, pareció aferrarse a un salvavidas al oír "acuerdo" y "grabación".
Corrió hacia el tocador; sus manos se movieron con rapidez, base pálida, ojeras rojas

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