Capítulo 18
Diego giró la cabeza y su mirada se posó en la cara ligeramente pálida de María; frunció levemente las cejas.
Había notado que algo no estaba bien y, con una voz grave pero suave, preguntó: —¿Qué ha pasado?
María negó con la cabeza. —Nada, solo estoy un poco cansada.
Diego no insistió. Extendió la mano y tomó la de ella con suavidad; el calor que se transmitía desde su palma hizo que María se estremeciera ligeramente.
—Si te ocurre algo, recuérdalo y dímelo. —Su voz, firme y profunda, le dio a María una sensación inexplicable de seguridad.
Ella lo miró y asintió. —Mm, no pasa nada. Esas personas malas y esos asuntos ya están resueltos.
Diego sabía que se refería a la familia Fernández, y con "personas malas" probablemente hablaba de su padre.
—Bien, si ya está resuelto, no lo pienses más. Te llevaré a comer —dijo él, cambiando de tema.
—De acuerdo.
De repente, un auto apareció justo delante de ellos y estuvo a punto de chocar. El conductor pisó el freno bruscamente.
Por inercia, María

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