Capítulo 25

... A las afueras del centro de investigación, María estaba cubierta de polvo de pies a cabeza. El sistema de reconocimiento facial ni siquiera logró identificarla. Finalmente, fue Carlos quien salió a recibirla. Al verla en ese estado tan desolado, sus pupilas se contrajeron: —Mari, ¿qué ha pasado? Los labios resecos de María se curvaron con una amargura fatigada: —No es nada. Improvisé una bomba en el campo. Dicho eso, entró tambaleándose. Dentro del centro de investigación, todo estaba repleto de instrumentos de precisión valorados en cientos de millones. Cada persona en el laboratorio era, como mínimo, un profesor de nivel tres, y aun así todos la recibieron con profundo respeto: —¡Profesora María! —Gracias por el esfuerzo, profesores. Iniciemos el experimento. Tras decir esto, María se recostó con calma en la mesa de operaciones situada en la sala más interna. Las luces se encendieron. Ella cerró los ojos. En su mente, como diapositivas, desfilaron innumerables voces y escenas. —¡