Capítulo 43
—Carlos, no te apresures.
Alejandro se levantó y, mirando desde arriba al jadeante Carlos, dijo con fría superioridad: —Los muertos no pueden reclamar las deudas de los vivos. Yo, por gran misericordia, la reclamé por ella. De ahora en adelante, mientras más te importe algo, Carlos, más lo destruiré.
Carlos frotó las marcas de los dedos en su cuello; su rostro ya estaba tan pálido que no quedaba ni una gota de sangre.
Alejandro... parecía haber malinterpretado algo.
La puerta de la sala de emergencias de la UCI se abrió.
La camilla fue empujada hacia afuera y el médico a cargo preguntó: —¿Quién de ustedes es familiar del paciente?
Carlos estaba a punto de hablar cuando Alejandro lo interrumpió antes: —Aquí no está su familia. Soy su jefe. Dime directamente cuál es la situación.
El médico respondió: —La bala fue retirada; ya superó el período crítico. Pero hay un fenómeno bastante extraño...
—¿Qué fenómeno extraño?
Alejandro preguntó de inmediato, con urgencia.
De pronto, Carlos dijo: —

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