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Capítulo 3

Ezequiel relajó su cuerpo tenso, le acarició la cabeza y le dio un suave beso en la frente: —Querida, no tienes que temer a las pesadillas, ya estoy aquí, ¡yo te protegeré! Al ver la expresión perdida y abatida de Rosa, el corazón de Ezequiel se enterneció; la besó profundamente dos veces, con sincera disculpa: —Rosa, fue mi error dejarte sola en la joyería ayer. Mañana te llevaré a comprar unas haciendas para compensarte, ¿te parece? Rosa seguía sin decir nada, pero él lo interpretó como un consentimiento silencioso. La llevó al dormitorio, la arropó cuidadosamente, y pasó la noche entera investigando propiedades a su lado. A la tarde siguiente, Ezequiel le peinó el cabello con delicadeza, le ofreció un vaso de leche tibia y la llevó a CostaViva Inmobiliaria. El agente inmobiliario los guio por los diferentes modelos de haciendas, y cada vez que Rosa observaba con atención alguno de ellos, Ezequiel ordenaba al agente que lo reservara sin dudarlo, aunque en realidad ella no mostraba interés alguno. Durante el trámite de los papeles, el agente inmobiliario los llevó al campo de golf detrás de la empresa. En el campo había varios diretores que habían colaborado con el Consorcio Nueva Era; al enterarse de la presencia de Ezequiel, se acercaron a bromear: —Señor Ezequiel, ¡vaya que sabes gastar en tu prometida! ¡Ya compraste varias haciendas que yo quería para mi esposa! —Señor Ezequiel, ¿podrías cederme esa hacienda de vacaciones en Arenablanca? En la próxima colaboración, te ofrezco un punto extra de ganancia. Ezequiel, con sumo cuidado, sirvió una taza de café para Rosa. —En nuestra familia, no soy yo quien toma las decisiones. Solo si Rosa está de acuerdo, será posible. Rosa fingió no escuchar, apartó suavemente el café de sus manos. —No tengo sed. El señor Diego, al ver eso, comprendió que había sido rechazado, y volvió cabizbajo a su lugar. —¿No querías jugar al golf? ¡Te acompaño! — Ezequiel sonrió amablemente y le tomó la mano con suavidad. Rosa estaba a punto de negarse cuando un alboroto estalló desde el tee de salida del señor Diego. Una muchacha gritó y cayó sentada en el suelo, mientras el señor Diego golpeaba el suelo con el palo de golf, maldiciendo furiosamente: —Las caddies de golf como tú se acuestan con quien paga. ¿Y te atreves a rechazarme? ¡Hoy te daré una lección! Ezequiel miró hacia el lado y de repente se quedó completamente rígido. Rosa siguió la dirección de su mirada, y un rostro que había aparecido innumerables veces en la pantalla de su teléfono, apareció ahora ante sus ojos. Emily, ese día, vestía un conjunto deportivo blanco de falda corta, llena de juventud y vitalidad, cayó sentada a los pies del señor Diego, parecía una flor pura y frágil. A medida que los insultos del señor Diego se volvían cada vez más vulgares, Emily comenzó a sollozar, lanzando miradas suplicantes a Ezequiel una y otra vez. Rosa estaba a punto de apartar la mirada cuando sintió que su mano se aligeraba... Ezequiel soltó su mano. Su voz, apresurada por la ansiedad, se volvió mucho más rápida: —Rosa, parece que mi amiga está teniendo un problema. Espérame aquí. Sin esperar su respuesta, avanzó rápidamente hacia el tee de al lado. Ezequiel negoció con mucha cautela, pero durante todo el proceso su mirada se mantuvo tensa sobre la pierna herida de Emily, sin mirar ni una sola vez hacia Rosa. Cuando Emily se fue, él también regresó rápidamente a su lado, pero ella aún notó un matiz inusual en su tensa voz. —Solo fue un malentendido. Le cedí la hacienda de Arenablanca al señor Diego, considérese un gesto de amistad... Rosa vaciló un momento y luego asintió levemente. Al instante siguiente, Ezequiel bajó la vista hacia su teléfono, girando la pantalla para que ella no viera, y luego besó su frente. —Rosa, hay un pequeño problema con los trámites de la hacienda. Voy a resolverlo. Dicho esto, se dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás. Rosa observó en silencio la partida de Ezequiel; solo cuando ya no pudo distinguir su silueta, fue soltando lentamente su mano, que había estado apretando con fuerza. Las uñas largas se le habían clavado profundamente en la carne, y su palma ya estaba ensangrentada y lastimada. Sin embargo, sentía ningún dolor, simplemente mantenía la mirada fija en los mensajes de la pantalla de su celular. [Eze es terrible, insistió en hacer esas cosas conmigo en el baño. Dice que así es más emocionante...] Después de permanecer sentada en silencio durante mucho tiempo, se levantó y se dirigió hacia el baño. ... La luz era tenue, y todas las puertas de los compartimentos del baño estaban abiertas, excepto la que se encontraba más al fondo. El sonido de los golpes resonaba por todo el pasillo. Cuanto más se acercaba, los jadeos bajos de una mujer y un hombre se entremezclaban, llegando a los oídos de Rosa. Solo se escuchó un fuerte "¡bang!", seguido de golpes cada vez más intensos provenientes del interior del compartimento. El gruñido bajo del hombre se volvió cada vez más evidente. Esa voz masculina era tan familiar, tan familiar que Rosa no necesitaba verlo con sus propios ojos para saber de quién se trataba. Ella se tapó la boca con todas sus fuerzas, conteniendo el sonido de sus sollozos.

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